Existen dos tipos de inflamación de vientre y es importante detectar cual es el que uno tiene.
A muchas personas les pasa que al levantarse tiene el vientre suave y no se siente inflamado, pero al final del día el vientre está inflamado y puede ser que hasta moleste llevar el pantalón abotonado porque pareciera que ya no queda bien y es incómodo, pero en la mañana no se sentía así.
Físicamente lo que pasa es que el intestino se distiende causando incomodidad,
pero no dolor y dependiendo de que tanto este inflamado es la incomodidad y la
molestia de sentir la piel estirada.
Esto puede ser provocado por distintas causas:
– Comer muy rápido
– Acumulación de gases
– Estreñimiento
– Retención de líquidos
– Exceso de grasas en la comida
En algunos estudios científicos se determinó que esto se debe a un deterioro de la musculatura abdominal y esto se le llama Sarcopenia, esto puede pasar de vez en cuando a cualquier edad, pero si se padece es posible que después de cumplir 40
años sea casi a diario y cada vez más incómodo. Al evitar algunos alimentos puede reducirse la inflamación, principalmente los que producen gases, como frijoles, brócoli, repollo, grasas saturadas, entre otros, es cuestión de observarse así mismo para detectar que alimentos empeoran la inflamación de vientre.
Existen varios remedios caseros que pueden aliviar ese malestar la más común es
agua caliente con bicarbonato y limón, té de jengibre, té de anís, té de manzanilla, entre otros.
En el caso que se presente la inflamación, pero con dolor intestinal y/o diarrea puede deberse al síndrome de intestino irritable, a una intolerancia de algún componente de los lácteos, como la proteína de la leche o a la lactosa, otra es la
intolerancia al gluten, el cual se encuentra en el trigo y la cebada. Cuando es por estas causas la inflamación no se quita por las mañanas y es necesario hacer exámenes, estar bajo control medico y dieta especifica. Ya que estas intolerancias
rara vez se quitan, pero es importante controlarlo para no causar más daños al intestino.
Por Guisela de Gramajo
Chef especializada en nutrición