Cuando decidí cambiar radicalmente mi estilo de vida, uno de los principales tropiezos que encontré fue no aceptar mi figura. Esa fue una de las muchas lecciones aprendidas en el proceso de querer adelgazar. Para avanzar tuve que aceptarme físicamente como era.
Mi error
Cuando empecé a perder peso vivía llena de complejos y me comparaba con cuerpos que a mi parecer eran perfectos, generalmente eran artistas, modelos, etc. Esto era un problema constante para mi porque no me permitía ver y disfrutar los logros que iba alcanzando. Para mi no era suficiente porque no era lo que yo tenía en mente y esto me frustraba porque nunca estaba conforme. Me exigía demasiado, no reconocía mi esfuerzo y eso no me permitía ser feliz.
El cambio se dio cuando dentro de mi desesperación me di cuenta de mi error. Entendí que era muy importante que me reconociera como era físicamente (caderas anchas y piernas gruesas) y que de acuerdo a mi constitución física iban a ser los cambios que iba a lograr en mi cuerpo.
Cambio de actitud
Decidí cambiar mi actitud y dejar de pelear conmigo misma, hacer las paces y ser mi mejor aliada. Si no reconocía mis propios logros y esfuerzos nunca iba a lograr ver cambios significativos porque siempre iba a estar esperando otros resultados.
Empecé a celebrar cada libra y cada centímetro que perdía y cada talla que lograba reducir. Empecé a disfrutar mi nueva y única figura.
Esto es algo que sigo haciendo en general. Soy amable conmigo misma y también soy paciente, ya que cada meta física y de salud lleva un proceso, un tiempo. Esta actitud me permite ser feliz.